Alejandro Magno (I) – Gisbert Haefs

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«¿Entonces no poseo voluntad propia? —dijo Alejandro casi en un susurro—. ¿Soy marioneta atada a extraños hilos que llegan hasta la nada y hasta la eternidad, donde los manejan los dioses y mis antepasados?». Descender de Aquiles, ser hijo del rey de Macedonia y haber sido elegido por el oráculo para adueñarse del mundo oriental empujó al joven Alejandro a cumplir el más brillante destino que cabe en una vida tan corta. Tenía 33 años cuando murió envenenado después de extender su imperio desde Grecia hasta Asia, dejando tras de sí el caos en el gobierno de sus territorios. Pero Aristóteles, su maestro —quien relata esta historia—, puede que tenga una carta donde está escrito el nombre del sucesor.


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