El amargo don de la belleza – Terenci Moix

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El amargo don de la belleza es una novela de reencuentros y de crepúsculos, de amor y de muerte, del arte y de la religión, de lo efímero y de lo perdurable.

Keftén, un pintor cretense, regresa a Egipto tras largos años en el extranjero. En la corte del faraón Amenhotep III, amigo personal de su padre, Keftén se crió y creció en compañía de tres personas que marcaron su vida: su amigo Senet, escriba de la corte, el príncipe Amenhotep, futuro Akenatón, y Nefertiti, concubina del faraón y con el tiempo esposa de Akenatón.

Pero los tiempos han cambiado: Keftén regresa a un Egipto convulsionado por la revolución religiosa de Atón, el único dios permitido por Amenhotep IV, ahora Akenatón, el dios del disco solar. Nos hallamos en los últimos años del reinado de Akenatón, a mediados del siglo XIV a.C., una época de triunfo y de primera decadencia del Imperio Nuevo egipcio.

Keftén (cuyo nombre proviene de Keftiu, el nombre egipcio de Creta) ha regresado a Egipto, recalando primero en Tebas, la ciudad de Amón, la capital del reino antes de que Akenatón creara, en medio del desierto, Aketatón, la Ciudad del Horizonte de Atón (actuales restos de Tell Amarna), la Ciudad del Sol. En Tebas, Keftén se reencuentra con Senet, vuelve a ver a la vieja reina madre Tii, madre del faraón, y conoce a Nellifer, una rica y sensual cortesana. Justo en esos momentos, acude a Tebas, Nefertiti («la Belleza ha venido»), la incomparable y hermosa reina de Egipto, la esposa de Akenatón, la fanática religiosa, la madre de las seis hijas del faraón pero de ninguno de sus herederos, la mujer de la que siempre ha estado enamorado Keftén.

Junto con su séquito, Keftén viajará a la Ciudad del Sol, donde le espera Akenatón, que necesita de su arte con los pinceles para decorar los palacios de una ciudad dedicada a Atón, divinidad que, por mandato real, ha apartado al resto de dioses y ha desafiado el poder de Amón… y de sus sacerdotes; y dónde también le espera un hijo, Bercos, de quien apenas ha sabido nada en catorce años. Desde entonces, Keftén vivirá en la Ciudad del Sol los años convulsos del reinado de Akenatón, el final de la XVIII Dinastía, las luchas religiosas, el declive de Egipto como potencia militar y la desaparición de un mundo que conoció de pequeño en los jardines del palacio del viejo Amenhotep III.


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