El doloroso ayer – Corín Tellado

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—La riada no te permitirá pasar hasta aquí, Mitzi. Quítate de la ventana, vas a pillar una pulmonía.

La Joven no se movió. Se diría que la habían clavado en aquel rincón, pegada al ventanuco desde el cual divisaba parte de la selva.

El viejo Eurí levantó la venerable cabeza y fijó los cansados ojos en la esbelta silueta de la muchacha.

No muy alta, de breve talle, piernas rectas, bien formadas… No veía su rostro en aquel instante, pero a Eurí no le era preciso, para saber cómo era Mitzi. Veía su negra cabellera, larga, sedosa, cayendo como un manto en torno a la espalda.

Vestía una, larga falda de paño oscuro exenta de estética y una blusa sin mangas, muy descotada, por donde se apreciaba su carne morena, joven, mórbida.


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