El misterio de la ratonera asesina – Ulises Cabal

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El misterio de la ratonera asesina.

El librero-detective viaja a Laguardia invitado por un editor que desea darle un homenaje.

A la fiesta asistirán los escritores policíacos más famosos. Pero… la casa del anfitrión se llama La ratonera y esto puede ser un presagio.

En efecto, aquello había resultado ser una auténtica ratonera.

Estaban los siete delante de Ulises Cabal, que les miraba fijamente a los ojos. Y una de esas siete personas era un asesino.

¿Quién de los presentes era capaz de matar?

Gerardo encendió su quinto cigarrillo consecutivo desde que habían entrado en la habitación. Estaba nervioso, como los demás.

A Clotilde le temblaban las manos, aunque eso no le impidió coger un bombón de la caja que tenía sobre las piernas.

Amadeo se estaba comiendo las uñas, algo natural en él, aunque lo hacía mordisqueando incluso los pellejitos.

Margot no hubiera podido decir dos palabras seguidas sin tartamudear. Se había arreglado con sus mejores galas y afeites para la cita. Si lo hubiera sabido, quizás no hubiera salido de su habitación. No podía soportar que nadie la mirase fijamente.

Esteban tanteó un par de veces la mesa antes de coger un periódico que, luego, sujetó con fuerza. Los demás pensaron que su vacilación no sólo era debida al temor de lo que estaba pasando, sino a que su miopía cada vez era mayor y a que tal vez había bebido, como de costumbre, demasiado.

Elisa parecía más sosegada, pero la barbilla le temblaba casi imperceptiblemente, y se estrujaba las manos por debajo de la mesa. En sus ojos Ulises encontró un brillo desconcertante, inadecuado a sus años.

Joaquín había llegado el último, arrastrando su pierna ortopédica, apoyándose en el crujiente bastón.

Al llegar el séptimo, Ulises confirmó:

—Ya estamos todos.

Y cerró la puerta con llave.


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