El protegido – Ralph Barby

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La médico seguía sosteniendo la punta del sudario cuando Geraldine soltó un grito desgarrador, expresión sonora de lo que sentía y que no conseguía explicar.

Por encima de ella, Jean Pierre pudo ver lo que había dentro del ataúd: Huesos, un esqueleto pulido donde no quedaba carne, tendones ni nervios, nada, sólo huesos y el cabello rubio manchado de sangre.

Una calavera horrible que en nada recordaba a la belleza que había sido Nicole en vida. Era una visión horrenda. Resultaba inconcebible como un ser humano, en el plazo de pocas horas, podía haber pasado de una vitalidad exultante, repleta de belleza a aquello, porque lo que yacía dentro del ataúd sólo se podía llamar «aquello».


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