El sustituto – Brenna Yovanoff

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En apariencia, Gentry podría pasar por una ciudad más. Pero Gentry tiene dos caras, tan opuestas entre sí como el día y la noche. A la luz del sol, sus calles son un mar de monovolúmenes, jardines y golden retrievers; al caer la oscuridad, sin embargo, el secreto inunda todos sus hogares, recordando a sus moradores la siniestra razón de su fortuna. Sí, porque aquel lugar en el que todos parecen nacer, crecer y morir sin sentir necesidad de marcharse es el mismo en el que nadie olvida jamás comprobar dos veces la cerradura de su casa, colgar herraduras sobre la entrada, llevar varios amuletos o, en ocasiones, dejar incluso una pequeña ofrenda en el patio trasero para lo que pueda acechar entre las sombras. En Gentry se da por hecho que, cada siete años, un niño morirá…

O mejor dicho, como Mackie Doyle sabe de sobra, que un pequeño será raptado de su cuna y suplantado por un doble que, al poco tiempo, fallecerá y será enterrado sin que nadie vuelva a hablar de ello. Mackie, un quinceañero pálido, retraído y de profundos ojos negros, sufre en especial la carga de Gentry: con sólo acercarse al acero o a un rastro de hierro en el aire o con oler el aroma dulzón de la sangre, sus mareos y dolores se acrecientan. Emma, su adorada hermana, siempre le ha hablado de la noche en que suplantó al benjamín de los Doyle. Él es lo que en Gentry todos temen, pero no «existe». Él fue en su día el sustituto. Y ahora tal vez pueda por fin entender por qué sobrevivió y a qué lugar pertenece.


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