La canoa perdida – Ramón Rubín

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Iniciada en 1934, la muy prolongada empresa de Ramón Rubín marca de manera definitiva la forma de entender y practicar el relato indigenista en nuestra literatura. Escritor de la tierra —como alguna vez lo definió con justicia Luis Leal—, en el medio rural ha fraguado una cantidad infinita de historias que tienen como vértices el campo y sus pobladores. Sin embargo, sus experiencias como marino también han dado pie a la escritura de libros como Burbujas en el mar, Navegantes sin ruta y la dramática novela de Ramiro Fortuna, La canoa perdida. En estas páginas se nos devuelve el fascinante, hoy casi extinto, paisaje telúrico y humano del “mar interior” del occidente mexicano, el que durante decenios tuvo como centro la laguna de Chapala.

Relator de la lucha contra el mal, Rubín ha intentado en sus obras desentrañar la sustancia trágica de muchos destinos que transcurren en los confines de nuestro país. Bajo la crónica de la vida de los navegantes lacustres de Jalisco y Michoacán, compuesta con un sesgo naif y costumbrista, se esconde una sensible exploración moral en la que personajes aparentemente ordinarios o insignificantes, en ocasiones apabullados por su pequeñez y candor, son protagonistas de historias ejemplares en que poco a poco van descifrándose emociones atávicas y primigenias que sirven al escritor para dibujar la completa topografía humana del México profundo.

Pocos libros en las letras mexicanas como La canoa perdida han logrado arrojar un ancla en el tiempo para darnos la posibilidad de ver, entre la bruma de un país que se trasmuta, aquellos rincones que parecían sólo pervivir en la tradición oral. Gracias al arte de Ramón Rubín, dotado refinadamente para la observación del dolor y la transmisión de la piedad, podemos contar con la poesía vital y vigorosa de nuestro mundo indígena y mestizo.


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