Los dominadores de la Tierra – A. Thorkent

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Transcurrió una semana y Dan no volvió a ver a Iris. Recibió un mensaje de Arthur desde París. Estaban magníficamente instalados en una lujosa casa en las afueras de la gran ciudad y afirmaba que tanto él como Marta estaban encantados.

Terminaba diciendo que era lamentable que los buenos vinos franceses no existiesen ya y que estaba harto de beber zatel, que le seguía sabiendo a agua, aunque afirmase a todos que compartía con ellos la increíble sensación de convertir aquel brebaje en coñac o champán. Explicaba que fingía, igual que su compañera, para no ofender a la actual sociedad parisina.


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