Los tónicos de la voluntad – Santiago Ramón y Cajal

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El 5 de diciembre de 1897 Santiago Ramón y Cajal leyó su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. El discurso tuvo tanta aceptación que enseguida empezó a reeditarse costeado por el entusiasta doctor Lluria. Desde entonces se ha publicado en español y en numerosos idiomas, desde el alemán al japonés.

Esta obra por la influencia que ha ejercido es una de las de mayor trascendencia de cuantas ha producido la ciencia española en los últimos siglos, y su vigencia no se ha visto atenuada por el paso de los años. Existen innumerables testimonios de lectores a quienes esta obra ha marcado de por vida, desde Juan Negrín hasta Ortega y Gasset, o que consideraron estos consejos «luminosos e incomparables».

Los tónicos de la voluntad es un texto basado en su experiencia en el que manifiesta como el trabajo es lo que desarrolla el talento: «fui durante el bachillerato, uno de los alumnos más indóciles, turbulentos y desaplicados, y cómo al llegar a la Universidad y cursar (y no ciertamente por espontánea voluntad) la carrera de Medicina en Zaragoza, no brillé ni poco ni mucho en las aulas».

Además de autobiográfico es una obra polivalente, cuyo interés trasciende el ámbito de la investigación científica: muchos de sus consejos son de aplicación cotidiana por todos los interesados en la aventura del espíritu humano.

 Desde otro punto de vista este escrito de algo más de un siglo redactado con gran entusiasmo y sinceridad nos sirve de parámetro para ver lo poco que han cambiado algunas cosas y lo mucho que afortunadamente han cambiado otras.

Sobre el Autor:

Santiago Ramón Y Cajal (Petilla de Aragón, Navarra, España 1852 – Madrid, España, 1934), fue un médico e investigador especializado en histología y anatomía patológica.

De carácter travieso y tremendamente activo, Santiago mostró, desde pequeño, aptitud por las artes plásticas, sin embargo según los cánones de entonces y de ahora no se esperaría que fuera un gran científico, al contrario, se mostraba tan díscolo y desaplicado que hubo e repetir algunas asignaturas del bachillerato y trabajó de aprendiz de zapatero y rapabarbas.

Cursó la carrera de Medicina en Zaragoza, llamado a filas fue enviado a cuba con el grado de capitán, pronto se contagió de paludismo y de disentería. Trasladado de un lugar a otro hasta regresar a España en junio del 1875 como «inutilizado en campaña».

Se dedicó de lleno a trabajos de laboratorio y tras algunos fracasos en oposiciones, logró cátedra en distintas Facultades de provincia, hasta alcanzar en Madrid la de Histología en 1892.

El traslado a la esfera internacional llegó en 1895 en el congreso de la Sociedad Alemana de Anatomía en Berlín, al que Cajal había acudido como el hermano pobre, con su microscopio y sus preparaciones, pagándose él mismo el viaje.

Durante su larga vida trabajó con denuedo en la cátedra y en el laboratorio, publicó muchos libros y ensayos, dio conferencias en Europa y América, y sus descubrimientos sobre la morfología y conexiones del sistema nervioso central, que revolucionaron el campo científico, le valieron multitud de premios, títulos y honores de las entidades científicas del mundo entero.

Todos estos honores y la presión ciudadana hicieron que finalmente el Gobierno crease para él el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, que dio origen a la escuela española de Neurohistología, uno de los centros científicos más importantes del país.


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