Paso libre al infierno – Clark Carrados

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De súbito, cuando apenas había terminado de pronunciar el nombre de la autora de la carta, Fuller emitió un horrible grito.

Bennett se quedó paralizado, con el lápiz en una mano y la libreta en la otra. Fuller aullaba como una bestia salvaje, con alaridos que parecían provenir de otro mundo.

Inesperadamente se contorsionó. Todo su cuerpo parecía agitado como si le hubiesen conectado decenas de cables conductores. Apenas un par de segundos después, se oyó un ruido horripilante.

Los músculos se tensaban, en titánicas convulsiones, y rompían los huesos. El cuerpo de Fuller se arqueó brutalmente, ya caído en el suelo, apoyado sólo en la nuca y los talones.

Los médicos, reaccionando, se precipitaron a socorrerle, pero todo era ya inútil. Las fuerzas de los cuatro hombres no fueron suficientes para contener la gradual curvatura del espinazo de Fuller. Ahora, el cuerpo parecía casi a punto de cerrar el círculo.

Bruscamente, se oyó un chasquido más fuerte que los demás. Fuller se agitó en la última convulsión. Luego, desmadejado, convertido en un montón de carne fláccida y sin vida, quedó en el suelo, sumido en la definitiva inmovilidad.


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