Piratería moderna – Peter Debry

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La plácida espuma resbalaba burbujeante, lamiendo en fleco blanco la orilla. Producía un tenue rumor cansino, perezoso, que invadía de confortable sopor a los cuatro jóvenes tendidos sobre la arena.

La playa diminuta tenía al fondo verdes pinos olorosos que ascendían por la ladera, hasta la cumbre del montecillo. A los lados, masas rocosas, pardas y rojizas, flanqueaban la riente concha.

Azul pálido en el cielo caluroso, intenso en el mar, y la blanca franja espumosa, formaban, con el pinar y las rocas, una paleta natural de colores que había tentado a numerosos pintores.

Los cuatro jóvenes, con dos bicicletas tándem y sus ropas, habían erigido un simulacro de tienda de campaña, a cuya sombra se protegía una muchacha de larga melena rubia y piel blanquísima.

Llevaba una ancha pamela pajiza para resguardarse del sol. Sobre su bañador había revestido un pantalón rojo que no le llegaba más abajo de las rodillas.

Era la única mujer del grupo. Los cuatro eran estudiantes de Bellas Artes en la Escuela de Nápoles.


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