Prohibido irritar al diablo – Clark Carrados

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Agitó la mano y una espesa nube brotó del estrado. Cuando se disipó, Moore, que aún no había salido de su asombro, vio una especie de poste metálico al cual se hallaba sujeta una mujer completamente desnuda.

La mujer parecía drogada, ya que se la veía ausente de cuanto la rodeaba. No era ya una jovencita, pero aún resultaba muy atractiva.

Los cabellos estaban sueltos y tenía la cabeza inclinada a un lado. Moore vio que un hilo de saliva resbalaba por la comisura de sus labios. Ello le confirmó sus hipótesis sobre el estado físico de la mujer.

—El fuego eterno… Mi fuego va a caer sobre la traidora —clamó Ashakel—. Ahora veréis cómo la infiel purga sus crímenes, porque empezará a arder aquí y seguirá ardiendo en las profundidades de mis dominios. Allá abajo arderá para siempre, para siempre… ¡PARA SIEMPRE!

Ashakel movió la mano otra vez. Entonces sucedió algo horripilante.

Se oyó un intenso silbido, de tonos muy bajos, sin embargo. Una enorme llamarada brotó del suelo y envolvió por completo a la mujer.

Sonó un chillido horroroso. La mujer parecía haberse dado cuenta de su situación y, abrasada por aquel potente fuego, gritaba espeluznantemente.

Los cabellos ardieron de golpe. Su hermoso cuerpo se puso rojo primero y luego ennegreció. Un espantoso hedor a carne quemada se expandió por la atmósfera.

En los labios de Ashakel lucía una sonrisa infernal. De pronto, movió la mano y la mujer y el fuego desaparecieron súbitamente.


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