Author: Mark Halloran

Un cuchillo espera – Mark Halloran

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Como si tuviera fuerza propia, como si se llevara consigo la vida que había alentado en el ser al cual perteneció, la sangre avanzaba serpenteando sobre las tablas del suelo del camarote, despacio, con un arrastrarse viscoso y adormilado, pero continuo. Norton cerró la puerta y contempló el siniestro reguero con el entrecejo fruncido y acariciándose pensativo el mentón. Fuera se oía la algarabía de las voces indígenas, y la música de un instrumento...

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Cruce peligroso – Mark Halloran

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Los policías eran dos: un veterano, Charlie Richmond, y un novel, Tom Gilmore. Este último efectuaba su primera ronda y se la había tomado muy en serio. Richmond manejaba el volante del coche patrullero y se sentía más bien inclinado a pensar en otras cosas. Estaba casado con una mujer bonita, simpática y hacendosa; tenía dos hijos, el menor, por aquellas fechas, enfermo de anginas; el miércoles de la siguiente semana iba a ser...

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Ataúd en el espacio – Mark Halloran

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La rubia cruzó las piernas y se rascó distraídamente una rodilla con la uña del dedo índice. Llevaba las uñas pintadas de color blanco plateado. En el brazo izquierdo, por encima del codo, lucía un brazalete de plata en forma de serpiente. El color de la plata del brazalete y de las uñas, así como el tono platinado de su cabello rubio, formaban, con el moreno cobrizo de su tez, un contraste fascinador. Este...

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Jugando a muertos – Mark Halloran

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Estaba empapado en sudor, y vacío, agotado, con la boca seca. Se daba cuenta de todo esto de una manera lejana. Al intentar moverse, apenas lo consiguió. Sintió como si tuviera el cuerpo lleno de quemaduras, un hormigueo siniestro le recorría las extremidades. «Me voy a morir pensó de pronto. No es posible, no es posible, ¡no es posible!». Quiso levantarse. Casi lo hizo. Luego se derrumbó inconsciente sobre el diván.

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En la lista negra – Mark Halloran

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Roma, que está llena de tumbas y de formidables, monumentos a gente desaparecida, es una buena ciudad para morir; pero ni Raymond Link ni Mohamed Kasser la eligieron adrede. Cuando les llegó la hora, es seguro que ambos hubieran preferido seguir viviendo. No tuvieron opción. Los mataron, y se acabó. Un día admiraron la gracia incomparable de las muchachas romanas, pasearon por Villa Borghese, sorbieron un «bitter» y una limonada. Mohamed Kasser sorbió la...

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Sangre latina – Mark Halloran

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En conjunto, Richard resultaba de una elegancia; excesiva, malsana, decadente. Su traje oscuro bien cortado, su corbata, el pañuelo blanco cuyas puntas pendían del bolsillo superior de la americana, el corte de su cabello negro, su cuidado bigote, todo, en fin, le hacía parecer recién llegado de los lugares menos recomendables de cualquier país europeo. Y efectivamente, dos años en Francia, Alemania e Inglaterra le habían transformado por completo. Debido a ello, cuando el...

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Silencios de tumba – Mark Halloran

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Los extraños llaman a esta zona el Barrio del Hambre. Es la «corte de los milagros» de Nueva York. La policía sabe de sobra que aquello es una república independiente de la Ley, a donde su control no llega. Porque allí nadie trabaja. La vida se resuelve por el malabarismo cotidiano, ¿y quién es capaz de pedir cuentas al que nada tiene, salvo hambre y piojos? No es mucho crimen despojar en un descuido...

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Eslabón de sangre – Mark Halloran

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Johnny tuvo que cerrar los ojos para verle. Cuando una persona está lejos en el tiempo y en el espacio, es cerrando los ojos como mejor se la ve. Hay que apelar a la memoria, y a veces incluso a la fantasía. Apelando a la fantasía y manteniendo bien apretados los párpados, Johnny consiguió representarse la imagen de Howard Shelley tendido en la mesa de un depósito de cadáveres. Se necesitaba bastante fantasía para...

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Cha cha cha – Mark Halloran

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El bimotor «Martín» de pasajeros había rociado a lo largo de la única pista del aeropuerto y ahora estaba parado frente a la estación. Detrás de éste parecía como si ya comenzase la, manigua tropical, pues una masa de vegetación esplendorosa, con el plumero de las palmeras como remate, asomaba por encima de la techumbre. El campo era pequeño; difícilmente hubiera podido un tetramotor aterrizar en él, y probablemente ninguno lo intentó jamás. No...

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Murieron de pie – Mark Halloran

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El pequeño «Renault», niquelado y bonito como un juguete, rodaba lentamente por la avenida de España. Moría la tarde, y en la inmensa luz azul del cielo africano se había incendiado una nube que era como una inesperada huella roja sobre el panorama de la ciudad. La bahía estaba en calma, con la vela blanca de un yate sobre el fondo verde y, más cerca, las palmeras quietas, dormidas, mirando al infinito. Lyse Cappa,...

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