Ven a charlar esta noche – Lou Carrigan

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Comenzó a remover las cosas, buscando algo para tapar el agujero, y entonces, justo al mover unas cajas, sobre las cuales había una vieja hacha herrumbrosa, la vio en el fondo de la última caja, recogida en sí misma, con sus redondos ojos fijos en ella. Una fijeza terrible, escalofriante. Una sola rata… grande. Porque alrededor de ella, casi ocultas por el sucio pelaje del repugnante animal, había más. Diminutas, inquietas, asquerosas como nada en la vida, las crías de la rata grande buscaban su alimento en la madre. Una madre de ojos brillantes, estremecedores, que estaban fijos, fijos, fijos, en los de ella, que había quedado petrificada, desencajado el rostro, desorbitados los ojos fijos, fijos, fijos, en los de la rata…


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